Inés Sierra - Psicóloga y Psicoterapeuta Humanista

Especializada en Trauma

La aceptación es la capacidad para asumir la vida tal y como es.

Y esto nos supone un gran reto a tod@s, ¿no?

Imagen de John Hain en Pixabay

Es la capacidad de asumir la vida tal como ES

El budismo propone la aceptación de “lo que es” como camino hacia la liberación del sufrimiento. En lugar de evitar las situaciones dolorosas o eludirlas, se trata de aceptarlas y comprenderlas puesto que “son”.

Es importante destacar que NO aceptamos cuando queremos que las cosas sean diferentes de cómo son, que sean como nosotros deseamos, es decir, cuando decimos: “debería ser diferente”, ya sea referente a una persona o situación.

La resignación NO es lo mismo que la aceptación. La resignación nos coloca en un lugar de queja, pasividad, desmotivación y pérdida de energía mientras que la aceptación nos permite observarnos, comprendernos, entender y sentir que la realidad es así. Desde ahí, podemos poner nuestra energía, fuerza y compromiso en conseguir objetivos, construir o crear algo nuevo, etc.

Para mí, la aceptación es una forma de amor. Si aceptamos a nuestros seres querid@s como son, nuestra pareja, familia, hij@s, amig@s, etc. Les estamos haciendo sentir amad@s. Ahora bien, la teoría es muy fácil y la práctica lo tremendamente complicado a veces.

Por el contrario, la mayoría de dificultades relacionales que tenemos tienen que ver con pretender cambiar al otr@. Esto es igual de aplicable en la relación con nosotr@s mism@s. De hecho, si aprendemos a aceptarnos a nosotr@s mism@s la consecuencia es que aceptamos mejor a los demás tal y como son.

La aceptación es tan importante en nuestras vidas que es el último paso del duelo en la Teoría de la Dra. Elisabeth Kübler-Ross, psiquiatra, que en 1969 publicó el libro On death and dying (Sobre la muerte y los moribundos), según ella hay 5 etapas en el proceso de duelo: Negación, Rabia, Negociación, Depresión y Aceptación. Pasamos por todas las fases hasta llegar al momento de la aceptación en el que podemos asumir la pérdida de la persona fallecida o de la pérdida que hayamos tenido, ya no peleamos con la realidad de lo sucedido si no que nos hemos hecho a la idea y comenzamos a aprender a vivir con ello.

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