Inés Sierra - Psicóloga y Psicoterapeuta Humanista

Especializada en Trauma

Fotografía por Alexander Krivitskiy

A raíz del embarazo el cerebro se modifica físicamente para centrarse en nuestr@ bebé.

La investigación mediante el análisis de imágenes de RM realizada por el investigador de la UAB y de la IMIM y director del grupo que ha llevado a cabo el estudio, Óscar Vilarroya; confirma que el mayor cambio estructural y, que se mantiene a largo plazo al menos hasta dos años tras el parto, es la disminución del volumen de la materia gris en regiones implicadas en las relaciones sociales. “Probablemente los cambios corresponden a una especialización del cerebro para encarar los retos que supone la maternidad” postula Vilarroya. El estudio permite determinar, sin equívoco, si una mujer de la muestra había estado o no embarazada según los cambios observados en esta área del cerebro. Incluso, pronosticar el grado de vínculo con el bebé después del parto según habían sido estos cambios estructurales.

En esta disminución de la materia gris, se produce una poda sináptica que consiste en la eliminación de conexiones sinápticas entre neuronas. Esto da como resultado, un aumento de la eficiencia de las transmisiones neuronales que deriva en una mayor sensibilidad al sufrimiento preparándonos para vincularnos mejor con nuestro bebé.

La actitud instintiva de las madres tiene una base neurológica

Investigaciones posteriores publicadas en la revista Psychoneuroendocrinology y realizado en colaboración con investigadores del Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental (Cibersam), del Hospital Gregorio Marañón, de la Universidad Autónoma de Barcelona y de la Leiden University, ha determinado que la actitud instintiva de las madres tiene una base neurológica.

Investigadores del Hospital Gregorio Marañón, liderados por Susana Carmona, han logrado identificar los cambios que se producen en el cerebro de las mujeres para que se desarrolle el instinto maternal.

En este estudio se han analizado datos de neuroimagen estructural y funcional de madres primerizas antes y después del embarazo. Los investigadores encontraron disminuciones volumétricas en el núcleo accumbens en las mujeres tras su primer embarazo y cuanto más disminuía el volumen de esta estructura, más se activaba esta área en el cerebro de la madre cuando veía estímulos relacionados con su bebé. “En resumen, durante el embarazo se modifican regiones de nuestro cerebro que facilitan el enamoramiento de las madres hacia sus bebés”, añade Carmona

Fotografía por Austin Wade

Estos cambios están destinados a un cuidado más eficiente y empático

Los investigadores no han encontrado que el embarazo provoque ningún cambio ni en memoria ni en otras funciones intelectuales en las mujeres estudiadas. Por tanto, creen que la pérdida de sustancia gris no implica ningún déficit cognitivo, sino todo lo contrario: «los resultados apuntan a que esta plasticidad cerebral inherente al embarazo tiene un fin evolutivo destinado a que la madre infiera eficientemente las necesidades de su bebé» comenta Erika Barba-Müller, primera autora del artículo junto con Elseline Hoekzema.

Se trataría de una reestructuración del cerebro con fines adaptativos. Para incrementar la sensibilidad de la madre a detectar, por ejemplo, rostros amenazantes o para reconocer más fácilmente el estado emocional de su bebé.

Otros artículos al respecto, indican que hay una disminución del tamaño de la amígdala, debido al flujo hormonal propio del embarazo y la lactancia. Esto puede generar un cerebro menos predispuesto a sentir miedo y a la toma de decisiones que tomamos frente a este estímulo.

En el área preóptica medial del hipotálamo, hay un aumento del tamaño de las neuronas que se traduce en, unos sentidos más agudos, especialmente, el gusto y el olfato. Lo cual explica la sensibilidad e incluso susceptibilidad que podemos sentir ante determinados olores y sabores.

Naturaleza sabia

Estos cambios en la estructura cerebral tan influenciados por hormonas como la prolactina y la oxitocina pueden mantenerse durante años. Pues nos preparan para una vigilancia activa del nuevo miembro de la familia. Incluso, para despedirnos de horas de sueño, sobre todo, en el primer año de vida.

En conclusión, nuestro cerebro se ve modificado durante el embarazo, parto y postparto. Aunque, no por ello reducimos nuestra capacidad o eficacia. Más bien al contrario, pues nos preparamos para ser más eficientes. Sobre todo, mucho más sensibles y amorosas a las necesidades que pueda tener nuestro futuro bebé.


Bibliografía:

Hoekzema, E., Barba-Müller, E., Pozzobon, C., Picado, M., Lucco, F., García-García, D., Soliva, J.C., Tobeña, A., Desco, M., Crone, E.A., Ballesteros, A., Carmona, S., Vilaroya, O. (2017). Pregnancy leads to long-lasting changes in human brain structure. Nature Neuroscience. DOI: 10.1038/nn.4458

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