Inés Sierra - Psicóloga y Psicoterapeuta Humanista

Especializada en Trauma

Los seres humanos damos forma a nuestro sentir de ser organizando nuestra experiencia en base a tres motivadores que nos mueven como especia: 


La necesidad de estar vinculados (en relación) con otro ser humano. Como mamíferos, no podemos sobrevivir por nosotros mismos puesto que nuestras necesidades dependen de nuestros cuidadores.

Si el cuidado ha sido suficientemente nutritivo en los primeros años de vida, es decir, se ha fundamentado sobre interacciones protectoras y calmantes cuando el bebé las requería, entonces se establece un sentido del yo como valioso y merecedor/@ de amor y cuidado.

Los adultos que no han establecido bien esta etapa y no han consolidado este aprendizaje, tendrán dificultades al sentirse amados y pueden vivir con una inseguridad básica sobre el derecho a merecer ser amados.

A partir de estos “esquemas de estar en relación” que aprendemos de nuestras relaciones interpersonales primarias, los seres humanos vamos generalizando, o trasladando, estas formas de comportarnos a otros personas de nuestra escena cotidiana.

Cuando llegamos al colegio, ya tenemos un patrón aprendido de como estar y ser ante los adultos y figuras de autoridad. Y cuando somos adultos, ya sin ser conscientes de ello, activamos nuestras maneras aprendidas de sentirnos y estar ante los otros.

Dado que desarrollamos muchos esquemas de relación tendremos un esquema para estar y sentirnos entre nuestros iguales (generalmente aprendido en las relaciones de hermanos y compañeros), un esquema para relacionarnos con las figuras masculinas, otro con las figuras femeninas, otro con las figuras de autoridad, etc.

Esta necesidad motivacional de estar en relación condiciona así mismo otro de los apetitos psicológicos básicos, la “necesidad de estructura”. Por necesidad de estructura me refiero a la necesidad de hacer el mundo predecible en general, y particularmente la necesidad de autodefinirnos y definir al resto, a la vida y al mundo.

La estructura nos ayuda a entender el mundo, es como un mapa para poder movernos en la realidad, para tener una guía para la acción en el mundo.

El lenguaje, las reglas de comportamiento, las rutinas, las costumbres y tantos otros aprendizajes, dan estructura a la vida dotándonos de códigos para movernos en nuestra cultura familiar y social.

Las valoraciones de “quién soy yo” las elaboramos a partir de cómo nos tratan y como ven los otros. Hay que recalcar que esto no es determinista, somos arquitectos de nuestro yo. Construimos el edificio de nuestra identidad pero la construimos con ladrillos y materiales que nos ofrece el entorno y las relaciones.

La estructura nos ayuda a entender el mundo, es como un mapa para poder movernos en la realidad, para tener una guía para la acción en el mundo.

Las normas y límites, son necesarios, y forman parte de la estructura para comprender y entender el mundo.

Necesitamos conservar un equilibrio de fuerzas entre la necesidad de relación y de estructura. Según hayan sido nuestras relaciones primarias mantener el equilibrio entre las dos necesidades puede requerir de un esfuerzo muy grande.
Por límite entendemos como una línea imaginaria que separa las conductas aceptables de las no aceptables.

La tercera de las necesidades que motivan la conducta del ser humano es “la necesidad de estímulos”. Como organismo vivo, necesitamos nutrirnos del entorno exterior, estar en contacto con los estímulos de nuestro mundo interno (sensaciones, necesidades, pensamientos, fantasías, emociones, recuerdos…) y los estímulos procedentes del mundo externo que encajan o no con lo que se despierta internamente.

Necesitamos ser estimulados tanto por el mundo interno como por el mundo externo para poder desarrollarnos y madurar. 

Cuando no estamos suficientemente bien estimulados, nos volvemos pasivos y reservados como defensa pasiva, o por el contrario agresivos y violentos como defensa activa.

Un déficit de estímulos en el mundo interno-externo compuerta la depresión y un exceso puede comportar la ansiedad y el estrés.

Referencia Bibliográfica: Salvador, M. (2016). Más allá del Yo: Encontrar nuestra esencia en la curación del trauma. España. Eleftheria.

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