Categoría: ESTRÉS POSTRAUMÁTICO

EL MIEDO

El miedo es una respuesta emocional primaria que tiene una función apremiante orientada a nuestra supervivencia, movilizarnos a escapar del peligro y/o protegernos del mismo. Es una emoción adaptativa que colabora en la conservación de nuestra especie.

Sentir miedo nos permite anticiparnos a una amenaza o peligro real que nos produce incertidumbre, inseguridad o pone en riesgo nuestra vida. Esta tendencia de acción constituye una respuesta compleja e integrada de la mente y el cuerpo. Se activa el sistema nervioso simpático*, sentimos una subida de la adrenalina*, nos ponemos más en alerta y focalizamos nuestra atención en la situación inmediata. Generalmente, es una respuesta transitoria a un estímulo específico que disminuye una vez que hemos escapado del peligro.

Sentir miedo nos permite anticiparnos a una amenaza o peligro real que nos produce incertidumbre, inseguridad o pone en riesgo nuestra vida. Esta tendencia de acción constituye una respuesta compleja e integrada de la mente y el cuerpo. Se activa el sistema nervioso simpático*, sentimos una subida de la adrenalina*, nos ponemos más en alerta y focalizamos nuestra atención en la situación inmediata. Generalmente, es una respuesta transitoria a un estímulo específico que disminuye una vez que hemos escapado del peligro.

Aunque con frecuencia los términos de miedo y ansiedad se usan indistintamente, son experiencias emocionales diferentes. El miedo es una respuesta emocional fundamental a un estímulo externo real. Por otra parte, la ansiedad es una respuesta a situaciones simbólicas, psicológicas o sociales, en vez de a la presencia física inmediata de peligro. Concretamente, la ansiedad se caracteriza por presentar un conjunto de respuestas psicológicas, fisiológicas y/o conductuales que frecuentemente tienen un componente de miedo asociado.

Fotografía por Jesse Orrico

Adrenalina: Hormona segregada principalmente por la médula de las glándulas suprarrenales, que aumenta la presión sanguínea, el ritmo cardíaco y la cantidad de glucosa en sangre.

Cuando sentimos miedo al fracaso, miedo al rechazo, miedo escénico, y otros similares, nos referimos a un miedo producido por un componente psicológico y no a un estímulo específico de peligro real en el momento presente. En consecuencia, no sentimos la emoción primaria adaptativa de miedo sino ansiedad ante la situación que lo provoca. Dicha ansiedad puede provenir de respuestas emocionales primarias que se han vuelto disfuncionales, tales como el miedo asociado con diferentes tipos de fobias, o el miedo al bienestar o al contacto interpersonal.

Por lo general, se basan en el aprendizaje y se encuentran inmersas en los esquemas relacionales*. Estas respuestas emocionales fueron inicialmente adaptativas, tal como aprender a tener miedo de la proximidad emocional debido a que ésta se asoció con decepción, control o violencia, o sentir vergüenza debido a que los esfuerzos o modos de expresarse de uno fueron humillados.

En conclusión, gracias al miedo podemos adaptarnos a situaciones de peligro y conservar nuestra vida. Es una emoción natural con un componente social significativo puesto que nos insta a la protección de nuestra propia vida y la de otros reduciendo así, la posibilidad de que actuemos con temeridad.

Por otro lado, cuando se trata de ansiedad producida por miedos psicológicos es necesario valorar si ésta es puntual y/o circunstancial, tal como, plazos de entrega ajustados, obligaciones sociales importantes, empezar un trabajo nuevo, tener un primer hijo, etc. En este tipo de situaciones se trata de una ansiedad leve que puede ayudarnos a mantenernos alerta, mejorar el aprendizaje, resolver problemas de manera eficaz, etc. En definitiva, este nivel de ansiedad es tolerable y corresponde a una respuesta natural de nuestro organismo. Si por el contrario, se trata de una respuesta constante en el tiempo de miedo psicológico que va limitando nuestra calidad de vida, es necesario conocer el esquema relacional desadaptativo subyacente a esos miedos psicológicos y explorarlos con una actitud de comprensión y aceptación propiciada por la propia relación terapéutica.

*Esquemas relacionales: Construcción de significados internos que hemos creado de nosotros mismos y del mundo en relación a las experiencias relacionales vividas.

Parto Traumático

A raíz de mi reciente maternidad, he sido consciente de muchas de las etapas o fases por las que pasa una mujer a lo largo de la gestación, del parto, el postparto y la crianza.

En muchas de esas fases la mujer se siente o se ha sentido sola. Aquí quiero hablar específicamente del Parto, y en concreto, de aquellos partos que resultan traumáticos para la madre y probablemente para el bebé.

Tanto por mi práctica clínica como por mi curiosidad innata por conocer la experiencia única de otras personas, he podido escuchar y atender muchas experiencias relacionadas con el parto. Muchas de éstas resultan ser traumáticas para la madre, y en consecuencia, para el bebé.

En mi propia experiencia personal, sentí la necesidad de «expresar» aquello que experimenté como más duro y/o traumático, y no pude pasar página hasta que no hice algo reparador con ello.

Cuando la experiencia es traumática podemos tener flash backs, pensamientos intrusivos, imágenes o recuerdos intrusivos, sueños y/o pesadillas, entre otros. Esta es la manera que tiene nuestro cerebro de decirnos: ¡Oye! ¡aquí hay que mirar esto! es cómo si nos señalara el camino hacia la curación. Lamentablemente, la mayoría de las veces no le hacemos caso.

Es importe que la madre pueda neuroprocesar la experiencia de parto vivida para que su cerebro pueda integrarla y ésta no quede encapsulada y disociada.

Neuroprocesar el parto traumático no sólo beneficia a la madre, la simbiosis o vínculo madre-bebé también se ve beneficiado. Integrar la experiencia ayuda a la madre a estar más presente para su bebé pues la energía que dedicaba su cerebro a sobrevivir al dolor de la experiencia traumática queda liberada.

Acompañar a mujeres a neuroprocesar su parto traumático es un honor para mí. Me genera una profunda satisfacción ver el alivio y liberación que se genera en la madre, esto la aporta calma y serenidad, y su bebé se beneficia de ello.

Fotografía por Amit Gaur

Distrés derivado de Trauma

El acontecimiento traumático, suele ser re-experimentado en forma de imágenes, sueños, pensamientos etc. con la sensación subjetiva de estar reviviéndolos de nuevo y con un intenso malestar al exponerse a situaciones que puedan recordar al suceso.

Los síntomas más comunes son:

– Desrealización (sensación de que el entorno es irreal o extraño)
– Amnesia disociativa (puede existir una incapacidad para recordar el evento traumático)
– Estar aturdido
– Respuestas exageradas de sobresalto
– Inquietud motora
– Mala concentración
– Problemas para conciliar el sueño
– Síntomas de desesperanza
– Conductas de evitación de lugares personas o actividades, que recuerden el acontecimiento traumático
– Trastornos de sueño

– Depresión

– Crisis de pánico (acompañadas de taquicardias, sudoración…)

– Deterioro social y laboral

 

¿Cuándo sentimos Ansiedad?

Ante estímulos internos tales como pensamientos anticipatorios que generalmente nos producen miedo, sensaciones corporales, emociones, juicios y críticas internas… o ante estímulos externos considerados e interpretados como amenazantes para la preservación de nuestro sí-mism@.

Estímulo interno o externo intenso o muy intenso. Eventos psicológicos y/o sociales tales como:

  • Anticipación de la crítica y/o burla
  • Anticipación al juicio
  • Anticipación al rechazo
  • Miedo al fracaso y sus consecuencias
  • Anticipación de peligros
  • Anticipación de agresión
  • Anticipación de pérdidas personales
  • Etc.

Eventos traumáticos tales como:

  • Accidente de coche
  • Abuso sexual y/o violación
  • Maltrato físico y/o psicológico
  • Guerra
  • Conflictos interpersonales
  • Etc.

Estímulo interno o externo prolongado en el tiempo. Eventos psicológicos y/o sociales tales como:

  • Crítica
  • Desvalorización
  • Exigencia muy alta
  • Maltrato
  • Abuso
  • Etc.

Eventos traumáticos crónicos tales como:

  • Abuso sexual y/o violación
  • Maltrato físico y/o psicológico
  • Negligencia parental

En definitiva, la ansiedad puede sentirse mucho tiempo después de haberse producido estos acontecimientos, por ejemplo, situaciones en las que al niño/a o persona dependiente no es cuidado y protegido adecuadamente, existiendo negligencia por parte de sus cuidadores, esto va creando unas sensaciones corporales de malestar que la persona deja de reconocer como de malestar pues es constante en el ambiente y con el tiempo o los años aparece una ansiedad que ya no sabe a qué se debe ni la asocia a ningún evento de su vida actual lo cual deja a la persona aún más angustiada pues no comprende que le está sucediendo.

Cualquier ejercicio de Mindfulness puede ser útil para rebajar los niveles de ansiedad y estrés.

 

Relación entre los tipos de Distrés

Cabe mencionar que los diferentes tipos de distrés están estrechamente relacionados y que unos pueden derivar en otros.

El distrés agudo habitualmente intenso y puntual, puede convertirse en distrés agudo episódico si resulta tener una frecuencia prácticamente diaria (forma de vida).

Si el distrés agudo es producido por un evento traumático y la sintomatología estresante perdura por más de un mes hablaríamos de estrés post-traumático.

Si el evento traumático se vive en el ambiente familiar o habitual hablaríamos de distrés crónico que naturalmente desemboca en estrés post-traumático.

Los ejemplos más típicos de eventos traumáticos son:

– accidentes
– desastres naturales (terremotos, inundaciones, huracanes…)
– atentados
– inesperadas muertes de alguien cercano
– asaltos, delitos o violaciones
– abusos sexuales o físicos
– secuestros

– negligencia parental durante la infancia